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sábado, 16 de febrero de 2013

EL ALMUERZO

No  sin  trabajo  un  cronopio  llegó  a  establecer  un  termómetro  de  vidas.  Algo  entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae.
Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas.  Aplicando  sus  descubrimientos  estableció  que  el  fama  era  infravida,  la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero m s por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque
todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia que la para-vida escuchaba como quien oye  llover,  tarea  delicada.  Por  supuesto  la  infra-vida  pedía  a  cada  instante  el  queso rallado,  y  la  super-vida  trinchaba  el  pollo  en  cuarenta  y  dos  movimientos,  método Stanley-Fitzsmmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.

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