En el silencio de
mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una semilla, de alguna
manera pequeña e insignificante pero también pletórica de potencialidades.
...Y veo en sus
entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso
de desarrollo.
En su pequeñez,
cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada semilla sabe
cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los jugos
que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y de
frutos, para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe cómo
llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los sueños secretos.
Dentro de nosotros,
innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz,
morir como semillas... para convertirse en árboles.
Árboles magníficos
y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz
interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos, los sueños,
indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada
momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en los
placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o
despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el
rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora.
Y así crecemos, nos
desarrollamos, evolucionamos... Y un día,
mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de
nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como
alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y
nuestro futuro.
Nada hay que
temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe... cómo llegar a ser árbol...
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