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lunes, 28 de enero de 2013

EL CIELO LIMPIO

Estación de Francia, diciembre de 1951. Procedente de  Sevilla,  llega  Carmen  León,  con  diez  años  de
edad, de la mano de su abuela a Barcelona. Con ojos curiosos  e  inquietos,  y  un  pellizco  en  el  corazón,
temerosa se aferraba a la falda de su abuela.
Sin madre desde los cinco años, es la abuela la que se  hace  cargo  de  ella.  Mujer  de  70  años  de  edad,
madre  de  10  hijos,  empequeñecida  por  el  sufrimiento y las necesidades impuestas por los tiempos de estrecheces que padecían, cree, con la sabiduría que  da  la  edad,  que  el  futuro  de  su  nieta  está  en Barcelona.
Una vez aquí, la abuela deja a la niña con una hija suya, tía de Carmen, y regresa a Sevilla. Su tía, que no  se  encontraba  en  buena  situación  económica, decide  solicitar  ayuda  en  la  casa  donde  trabajaba.
La tía de Carmen tenía entendido que la señora de la  casa  era  muy  influyente.  En  aquella  época,  en la  España  de  los  50,  existía  un  modelo  de  institución  benéfico-socio-religiosa  para  niños  pobres  y sin  familia,  con  régimen  represor  y  preventivo  en especial con aquellos niños de carácter rebelde. “La señora” no halló otra salida que entregar a Carmen a una institución de estas y la separó totalmente de su familia.
Cuatro años pasó Carmen rezando a diario y aprendiendo poco, cantando las tablas sin comprender lo que decía. Carmen recuerda lo original del menú: un puñado de arroz negro, patatas hervidas y pan seco, según los días variaba el orden. En las horas libres repasaban  monótonamente  el  hilo  sobre  las  ropas viejas. Y como anécdota especial cuenta cómo las niñas que mojaban la cama paseaban por los pasillos de la residencia con las sábanas sobre la cabeza.
Acabada la etapa de colegio, y ya con 14 años, entra en la escuela del hogar, donde le proporcionan un trabajo  cosiendo  a  mano  en  la  lencería  “Liz”,  en Diagonal  707.  El  salario  que  le  pagan  lo  entrega íntegramente  a  la  escuela,  para  su  manutención, menos el 1%, que se lo ingresan a su cuenta.
A los 18 años, Carmen llega al Carmelo a vivir con su abuela, tía y primos. Los vaivenes del tiempo quisieron que en el Carmelo encontrara mucho de lo que la vida le había arrebatado: su familia y sentirse libre.
Es en el barrio donde descubre una nueva forma de vivir la vida. A Carmen le parece que el sol es más grande y brilla más en el Carmelo.
A los 26 años se casa y forma su propia familia: dos hijas y un hijo, y una suegra muy particular que pasa la mayor parte del día entretenida en el jardín, ajena al resto del mundo. Durante 25 años, Carmen se dedica al cuidado y educación de sus tres hijos, atendiendo a su suegra hasta que la anciana fallece. Con apuros y sacando algo de tiempo, hace algunos trabajos de limpieza a fin de ayudar económicamente en su casa.
Tal vez el caprichoso destino, la magia de su tierra sevillana, el cielo abierto y limpio del Carmelo, la cercanía  de  unos  sencillos  y  buenos  vecinos  sean los factores que se confabularon para que Carmen desarrollara en su personalidad un carácter abierto y positivo.
Una vez que ha cumplido su etapa como madre y esposa,  Carmen  se  plantea  la  posibilidad  de  cumplir  aquellos  sueños  que  en  alguna  época  fueron difíciles de realizar por su condición de mujer y las ataduras sociales que lo impedían. Sus raíces andaluzas  afloran  y  despiertan  en  ella  la  necesidad  de aprender a tocar la guitarra, bailar sevillanas, recitar y  leer  poesía,  e  incluso  sacarse  el  graduado  escolar. Actualmente realiza cursos especializados para ampliar sus posibilidades de empleo y participa además con diferentes grupos en actividades artísticas.
A sus 62 años, en su constante afán de superación Carmen  no  deja  de  crecer  como  persona.  Ni  los embates del tiempo, ni el sufrimiento, ni la soledad que padeció de niña han apagado el carácter alegre, jovial  y  positivo  que  acompaña  a  esta  gran  mujer día a día.
Por esta capacidad de supervivencia, de coraje y de lucha, que ella forjó en el Carmelo, como otros tantos Pijoaparte anónimos de este barrio, Carmen se hace merecedora del título de “Superhéroe del Barrio”.
MERCEDES  SÁNCHEZ

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